lunes, 28 de junio de 2010

Macedonia

La había visto de espaldas. Llevaba el pelo recogido en una especie de coleta enmarañada.

Recuerdo que, cuando intentó quitársela, el olor de su champú y sus risas por los enredos en su pelo inundaron toda la habitación.

Cogí su cara entre mis manos y la besé. Sabía a fresa, olía a coco, y su piel era de melocotón. Perfecta macedonia para cenar.

Imposible olvidar la mañana siguiente. Cuando desperté, ella ya no estaba a mi lado. "Se habrá ido", pensé. Bajé desnudo a la cocina, y allí estaba ella preparando el desayuno para dos que y siempre había querido ver sobre mi encimera. Desnuda, sólo sus braguitas y mi camisa, como en una película. Es increíble, nuestra ropa les queda mejor que a nosotros.

Se giró, me había dejado unos minutos para que la observara en silencio, como si supiera lo que estaba pensando. A lo mejor lo sabía. Se giró y me lanzó una sonrisa torcida, y me dijo un buenos días cargado de deseo.

Desayunar; ¿a quién le importaba desayunar? Había manjares mejores en aquella habitación.



3 comentarios:

Marýa dijo...

uhmmm
¿Cuánto tarda en pudrirse ese combinado de fruta?

Violetcarsons dijo...

He vuelto.

¿Y si ya nada valiese realmente la pena?, gritar, pasa a ser alguna desesperación secundaria, bloqueadas tus palabras, se desvanecen. Y los susurros de tiempo son navajazos por la espalda…

Violetcarsons.

Maria dijo...

me encanta :)