martes, 6 de enero de 2009

Los anillos de afrodita

El pavoroso silencio era mucho más amenazador que cualquier sonido.
(...)
Hacía tanto tiempo que había mantenido sus pasiones reprimidas que había olvidado lo que se sentía al perder el control sobre ellas.
(...)
El efecto que ella le provocaba podía igualarse al de las especias picantes. Lo irritaba y lo inflamaba. Y lo dejaba con el anhelo de probar nuevos sabores.
(...)
Sabía que la había tomado por sorpresa. Había llegado a ver la expresión de estupor reflejada en sus ojos antes de que su boca descendiera sobre la de ella. Sin embargo, correspondió a su beso.
En realidad, la magnitud de su respuesta lo maravilló.
(...)
Con un gemido, ahondó el beso.
(...)
Dejó que sis manos se deslizaran por debajo de la bata y bajaran hasta su cintura, y cada vez más abajo hasta que tocó la curva de su cadera con la punta de los dedos. Entre él y la calidez de su piel sólo se interponía la delgada tela de su camisón.
La apretó dulcemente, atrayéndola todavía más hacia la rigidez de su miembro enhiesto. Pudo sentir el estremecimiento que la recorrió muy en lo profundo de su propio cuerpo. (...) Pensó en el sofá. Estaba sólo a pocos pasos.

- Mi señor - jadeó Beatrice, apartando la boca. Lo miró con expresión divertida -. Me parece que ha abusado del coñac para calmar su dolor. Sin duda, por la mañana lamentará todo esto.
- Sin duda - coincidió él. Volvió a apretarla contra su erección -. ¿Y usted?
(...)
- No - respondió.




(Fragmentos de Los anillos de Afrodita, de Amanda Quick)

2 comentarios:

Racxo dijo...

eva eva, te has leido el libro entero?? al final usa su miembro enhiesto verdad?

gualizoe dijo...

jajajajaja, sí Óscar, lo leí entero, y sí lo usa sí!! jajajaja